El vino en la literatura

El vino es inherente a la historia de la civilización occidental. Ya, en los primeros escritos de la Humanidad, aparecen referencias a esta bebida. Tal era la importancia que se le daba, que pronto entró a formar parte de las rutas comerciales y, en toda la cuenca mediterránea, se iniciaba su cultivo con cada nuevo asentamiento realizado por fenicios, griegos o cartagineses. No mucho más tarde, los romanos, continuaron con estas prácticas e, incluso, para fijar población en las nuevas regiones conquistadas, cedían tierras para el cultivo de la vid a sus soldados, cuando estos se retiraban de sus ejércitos tras veinte años de servicio.

Esa estrecha vinculación se ha mantenido hasta nuestros días. Ha formado parte de las creencias y religiones, desde fiestas paganas, bacanales… hasta su papel primordial en la eucaristía. También, a lo largo de los siglos, de la sociedad y sus costumbres, de la economía y el comercio y, como no, también de nuestra cultura.

En abril, más concretamente en el día 23, se festeja el Día del Libro. No se trata de una fecha elegida al azar, pues es la efeméride en la que coinciden, aproximadamente, las muertes de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. Autores en los que el vino está muy presente en sus obras.

En el caso del autor de El Quijote y, precisamente en esta obra, encontramos amplias referencias, dentro de la cotidianidad de la que gozaba el vino, en el día a día de la época. Durante todo el texto, lo echan de menos en su ausencia y lo estiman y enaltecen en su presencia. Sin olvidar aconsejar su consumo con mesura, como cuando don Quijote interpela a su escudero: “Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra.” (Parte II, Cap. XLIII).

Entre los vinos favoritos de Cervantes, que debieron ser muchos dadas las loas que hace de ellos en sus obras, destacan los blancos de San Martín de Valdeiglesias, los de Ciudad Real (que abarcaban viñedos de otras localidades manchegas), o los vinos de Ribadavia, entre otros muchos.

Tal es así, y muestra del gusto que les tiene, que pone en boca de su hidalgo personaje la siguiente consideración: “¿No será bueno, señor escudero, que tenga yo un instinto tan grande y tan natural en esto de conocer vinos, que, en dándome a oler cualquiera, acierto la patria, el linaje, el sabor y la dura y las vueltas que ha de dar, con todas las circunstancias al vino atañederas?” (Parte II, Cap. XIII)

Si abandonamos La Mancha, para pasar al otro lado del Canal de La Mancha, nos encontraremos con otra de las más insignes figuras de la literatura universal, William Shakespeare. En cuyas obras el vino está presente, especialmente de la mano de un personaje clave: Falstaff.

El autor inglés usa el vino para jugar con diferentes clímax, a veces enfatizando, otras relajando y en ocasiones como desencadenante del drama, pero siempre dentro de un fiel reflejo de su época y en la que el vino a Inglaterra ha de ser importado, pues no era posible su cultivo allí, lo que propicia su encarecimiento y que sea una bebida exclusiva de la nobleza y de las clases altas.

El orondo personaje de Falstaff que pretende siempre vivir bien y beber mejor, no escatima elogios hacia el vino, más concretamente al Jerez. Famoso es su soliloquio en el que ensalza el doble efecto del jerez, tanto para nuestro cerebro, como para nuestro cuerpo, o como cuando proclama: “Si tuviera mil hijos, el primer principio humano que les enseñaría sería el de proscribir toda bebida ligera y dedicarse al buen vino”.

Aunque la obra de Inca Garcilaso de la Vega, el primer gran escritor mestizo que universalizó la unión de las culturas americana y europea, no fuera prolija ni en la dramaturgia, ni en la novela, el vino no deja de estar presente en sus escritos. Así, en su obra capital Los Comentarios Reales, narra las vicisitudes por llevar vides y vinos hasta América.

A la mencionada obra corresponde el siguiente texto: “A la planta de Noé dan la honra a Francisco de Caravantes, antiguo conquistador de los primeros del Perú, natural de Toledo, hombre noble. Este caballero, viendo la tierra con algún asiento y quietud, envió a España por planta; y el que vino por ella, por llevarla más fresca, la llevó de las Islas Canarias, de uva prieta, y así salió casa toda la uva tinta, y el vino es todo aloque, no del todo tinto, y aunque han llevado ya otras muchas plantas, hasta la moscatel, más con todo eso aún no hay vino blanco”.

O cuando menciona al capitán Bartolomé de Terrazas quien “plantó una viña en su repartimiento de indios, llamado Achanquillo, en la provincia de Cuntusuyu, de donde, año de mil quinientos y cincuenta y cinco, por mostrar el fruto de sus manos y la liberalidad de su ánimo, envió treinta indios, cargados de muy hermosas uvas, a Garcilaso de la Vega, mi señor, su íntimo amigo”.

Desde Familia Martínez Bujanda nos queremos sumar a las celebraciones del Día Mundial del Libro, recomendándoos cualquier obra de estos autores. Entre toda nuestra gama de vinos, seguro que encontráis el más idóneo para acompañar su lectura y disfrutar aún más del placer de la lectura. ¡Salud!

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