Los seres humanos llevamos milenios cultivando vides, se trata de una actividad agrícola tan antigua como cambiante. En el mundo del vino hay muchas costumbres y prácticas que se han ido adquiriendo con el paso de los siglos. A pesar de que podríamos pensar que en la antigüedad la preparación y conservación del vino no distaba mucho de cómo las llevamos a cabo actualmente, lo cierto es que hay diferencias significativas.
Respecto a la conservación del vino, durante miles de años el método comúnmente adoptado era preservarlo en ánforas. Las ánforas son recipientes de barro cocido que culturas como la romana y la griega empleaban para conservar y transportar no solo vino, sino también otros productos como aceite. Su elaboración es sencilla, las asas facilitaban su manejo y el transporte en barco era muy cómodo y seguro, ya que se rellenaba de arena las bodegas, enterrando parcialmente las ánforas, con lo que se evitaban los choques y vibraciones propios de la navegación.
Sin embargo, el transporte terrestre era mucho más problemático. En aquella época el vehículo por excelencia para el envío de mercancías por tierra era el carro, y las ánforas tendían a romperse con facilidad en los viajes.
Otra característica del consumo de vino en el Mundo Antiguo era que prácticamente no se bebían vinos envejecidos, ya que la conservación de los mismos era difícil y lo normal era que se agriaran y se convirtieran en vinagre. Tanto romanos como griegos preferían los vinos jóvenes y afrutados.
Pero todo esto empezó a cambiar aproximadamente a mediados del siglo I a.C. cuando los romanos iniciaron la conquista de la Galia y descubrieron como sus habitantes almacenaban la cerveza. Los galos empleaban barriles de roble y los romanos comenzaron a imitar esta costumbre. En un primer momento porque su transporte por vía terrestre era mucho más cómodo. Así, las legiones romanas adoptaron este método que pronto fue imitado por los comerciantes. En definitiva, los toneles de madera eran más resistentes, su peso era menor que el de las ánforas y al poder hacerlos rodar podían ser movidos más fácilmente.
Con el paso de los años se descubrió que la conservación del vino en madera mejoraba su sabor, ya que cuando se enviaba vino en barriles a largas distancias no solo no se corrompía, sino que su gusto era más refinado.
Después llegarían la caída del Imperio Romano, las conquistas bárbaras y la Alta Edad Media. Durante estos siglos muchos de los saberes acumulados por los romanos se perdieron, y eso mismo ocurrió con la conservación del vino. Se siguió guardando en toneles de madera, pero técnicas como quemar azufre en una barrica antes de llenarla para eliminar las bacterias e impedir la oxidación del vino (uso del anhídrido sulfuroso) tuvieron que redescubrirse. Pero esa es ya otra historia.
Como curiosidad podemos añadir que, si bien la madera más habitual para el envejecimiento del vino es el roble, debido a sus características y particularidades, su elección frente a otras maderas (acacia, castaño o cerezo, por ejemplo) en un primer lugar tuvo menos que ver con los métodos de conservación, sino con la abundancia de robles en Europa y porque su madera puede arquearse de manera relativamente sencilla para construir los toneles.