El ciclo de la vid se repite cada año con una cadencia regular. Las fechas se adelantan o atrasan, dependiendo del clima particular de la temporada, pero lo normal es que la brotación se produzca, entre marzo y abril.
Los factores que determinan la fecha de brotación son varios, aunque el más importante es el clima. Otras circunstancias que influyen son el nivel hídrico del suelo, la altitud, la pendiente, la exposición solar de las plantas y, sobre todo, el tipo de uva, ya que las distintas variedades tienden a brotar más o menos tempranamente.
La brotación es la primera fase del ciclo de la vid y se produce cuando aparecen los primeros brotes, también conocidos como borras, en los sarmientos de la planta. Esos incipientes brotes o tallos nuevos crecerán hasta convertirse en hojas.
La planta despierta de su letargo invernal y el aumento de la temperatura ambiental provoca que comiencen a hincharse y aparezca la llamada borra, una sustancia algodonosa que las cubre, su crecimiento provoca que la borra se vaya rompiendo y es entonces cuando de cada brote crecen nuevas hojas y sarmientos.
Con la primavera, el verde se apodera de los viñedos, indicando que las vides están gestando el fruto que tan preciadamente recogeremos durante la vendimia. En esta época pueden producirse aún heladas, debido a la cercanía del invierno, que afectarían negativamente a la planta. Además, es un período en el que se debe prestar especial atención a otras labores que ayuden a la vid en su correcto desarrollo, como eliminar las malas hierbas, remover y airear la tierra para favorecer el enraizamiento y realizar las pertinentes tareas de abonado.
Según vaya avanzando la primavera, las hojas irán creciendo, dando paso a la siguiente fase del ciclo de la vid, la foliación. Pero ese será un tema que trataremos en otra ocasión, ahora toca deleitarse con el espectáculo del verdor de los viñedos, aviso de que las vides se despiertan después del invierno y promesa del futuro fruto que más adelante vendimiaremos: la uva.