El invierno se acerca a su fin y la planta, la vid, empieza a cobrar de nuevo ‘vida’. En algunos viñedos pueden verse ya los primeros ‘lloros’, que en realidad es una exudación que se produce en las heridas de la poda a finales del invierno o comienzos de la primavera, en particular en días de cierto calor. En este sentido, la elevación de la temperatura provoca la subida de la savia que se derrama por los cortes de poda recientes.
En Familia Martínez Bujanda estamos terminando con la poda –“por San Blas (3 de febrero) empieza la viña a podar”, dice el refranero-, aunque esta operación se puede, incluso se debe hacer con antelación, a partir de la llegada de los primeros fríos del invierno para que la cicatrización de las heridas sea correcta. En anteriores ocasiones, ya nos hemos ocupado de este proceso que, sin lugar a dudas, es uno de los más trascendentales para la calidad de la futura cosecha.
En este sentido, la poda de invierno (hay otra ‘poda’, la de verano, llamada en verde, que ya describiremos más adelante) consiste básicamente en la eliminación de los sarmientos de la planta para modificar el crecimiento natural de la cepa y adecuarlo a las necesidades del viticultor y de la bodega. En Familia Martínez Bujanda trabajamos habitualmente con rendimientos claramente por debajo de la legislación de las denominaciones de origen en las que estamos (Rioja, Rueda y La Mancha), por lo que la poda es fundamental para controlar la producción de nuestros viñedos y para el equilibrio de los racimos y la vegetación. Griegos y romanos ya escribieron hace miles de años manuales vitícolas sobre cómo realizar la poda, así que poco más podemos decir sobre la importancia de esta labor de campo.
Tras el ‘lloro’ de las viñas, el siguiente estadio fenológico con que nos encontraremos es el ‘desborre’. El desborre se refiere al momento de la brotación, que se produce normalmente ya en primavera y que se manifiesta cuando las yemas comienzan a hincharse y aparece visible al exterior la borra, una sustancia algodonosa, que da nombre al momento mencionado del ciclo.
La brotación, y también el momento en que se produce, será muy importante para la calidad del futuro vino y, de nuevo, el refranero, la sabiduría popular, nos ofrece las claves: “El vino de marzo pal’ amo; el de abril pa’ mi, y del mayo pal’ diablo”. Es decir, la brotación más adecuada es la que se produce en abril.