La brotación y el desborre en las cepas ya es un hecho y nos adentramos en una de las etapas más peligrosas para el cultivo del viñedo: la de las heladas de primavera. Son heladas normalmente precoces que afectan a las yemas una vez iniciada la actividad y que pueden llegar a devastar la futura cosecha. Un ejemplo muy conocido fue la helada de finales de abril de 1999 en Rioja, que pasó una enorme factura a la producción de uva esperada y disparó los precios de la uva hasta los 2,55€ el kilo.
Cada zona vitícola tiene sus propios momentos de máximo riesgo, en función de climas y microclimas, y, por ejemplo en Rioja, la fecha señalada en el calendario es San Marcos, el 25 de abril, ya que habitualmente para entonces, con las yemas brotadas, los daños en los viñedos suelen ser muy importantes. “Marcos, marquete, vendimiador sin corquete”, dice el refrán.
En Ribera del Duero, una zona mucho más expuesta por la continentalidad del clima a las heladas -tanto en primavera, tempranas, como en otoño, tardías-, las alertas pueden mantenerse hasta prácticamente el mes de junio. “La helada de Santa Rita (22 de mayo) todo lo quita”, sentencia el refrán local. De hecho, son varias las bodegas en Ribera del Duero que utilizan torres de aire que toman el aire en altura (a más temperatura) y lo impulsan hacia las cepas.
Más espectaculares incluso son las imágenes que pudimos ver el año pasado en Chablis (Francia), donde los viticultores prendieron chimeneas y fuego entre los renques, mojaron las cepas con agua por aspersión y pusieron en marcha grandes ventiladores para luchar contra una helada de -4 grados el 27 de abril.
Las heladas se pueden clasificar en tres categorías principales: advección, irradiación y evaporación. Las heladas de advección las provocan olas de frío de vientos fríos polares racheados de componente Norte. Son más habituales en invierno, cuando todavía la planta no ha brotado. Las heladas de irradiación son las más comunes en primavera y por lo tanto las más temidas. Están asociadas típicamente a anticiclones fríos y secos que van acompañados de noches sin nubes y sin viento. Por último, tenemos las heladas de evaporación que se producen por la pérdida de calor de la planta cuando se evapora rápidamente el rocío depositado en ella.
Para los viticultores como Familia Martínez Bujanda son momentos de gran tensión porque el trabajo de todo un año puede irse por la borda. Hay técnicas y prácticas de campo que ayudan a prevenir las heladas, como son las podas tardías (se retrasa el desborre), por supuesto la selección de viníferas (de brotación más tardía) y la elección del emplazamiento para el viñedo, la conducción del viñedo (elevando la altura de los racimos), humedeciendo los suelos secos en invierno, evitando los laboreos de suelo y también tenemos los métodos ‘artificiales’ antes comentados como los ventiladores, las estufas o el riego por aspersión.
‘Año de nieves… año de bienes’, dice el refrán. No las hemos tenido este invierno, pero, desde luego, a partir de ahora no nos gustaría ver el campo blanco.